“Mi transformación comenzó cuando: dejé de creerme mis miedos y escuché más a mi corazón. Cuando dejé de sentirme víctima y comencé a asumir los retos de cada día con gratitud y aceptación. Cuando volví a creer en mí misma y a amarme tal cual soy. Cuando dejé de luchar con la vida para entregarme a mi evolución”. Anónimo
Cuando después de años de intentar engendrar una criatura en el vientre de una mujer, ésta ha de decidir en el límite de sus fuerzas, de su economía, de su capacidad física y de su bienestar, que ya no se puede o no se debe intentar más y toca asumir la no maternidad, empieza verdaderamente el gran duelo.
Teniendo en cuenta que en la vida siempre pasamos procesos de duelo y que además en los procesos de reproducción asistida se han vivido varias pérdidas, afrontar esta decisión de no maternidad deja a las mujeres y/o las parejas en situaciones de vacío, miedo, desconsuelo, sentimientos de frustración y fracaso difíciles de transitar.
Poder traspasar, sentir y elaborar esas emociones es clave para ir recuperando la motivación, la ilusión, las ganas de vivir y realizarse como personas en esta vida única que tenemos.
Cuando una mujer no puede engendrar o ser madre, a pesar de hacer varios intentos de Fecundación In Vitro, el duelo por no tener hijo/as puede ser realmente muy largo ya que se sigue intentando por medio de ovodonación, embriones congelados, maternidad subrogada, etc. La ciencia sigue ofreciendo un abanico de posibilidades
para ser madres. Durante toda esta fase, que puede durar muchos años, se construye sobre el vacío, sin tierra bajo los pies. Durante años, no se pueden tomar decisiones o proyectos a largo plazo ya que se vive hipotecada en el tiempo, dependiente de los resultados y se van construyendo varios años de la vida de una mujer con una historia
de muerte, pérdida y vacío constante. Los duelos perpetuos o alargados en el tiempo durante años o décadas, pueden acarrear serios problemas de salud mental y emocional. Cerrar estos procesos es muy importante.
Este proceso forma parte de la rueda del ciclo vital de vida/muerte en la que todos estamos inmersos. El ir asimilando que algo así va terminando, aproximándonos al fin de nuestra edad reproductiva, es un dolor para el que creo que la mayoría de mujeres nacidas en la década de los 70 y principios de los 80 no estábamos preparadas. La
percepción de la palabra “sin hijos”, es negativa, de pérdida, de carencia. “La menopausia y la esterilidad, son las dos situaciones en las que las mujeres no pueden concebir e implican en las más diversas culturas para las personas que las padecen un cambio del estatus y de su consideración como mujeres”. (Imaz, E. 2010. p. 94).
Ese proceso de transformación requiere un duelo de todo lo antiguo, un desapego, una muerte, un soltar lo viejo a lo que a veces nos quedamos agarradas.
La vida trae muerte. Estar viva significa morirse muchas veces así como dejar morir aquello que más se quiere y desea hasta que lleguemos a nuestra propia muerte física.
Estamos naciendo y muriendo muchas veces en la vida, soltando cosas antiguas y encontrando otras nuevas. Se trata entonces de TRANSFORMARSE como la mariposa, convertirse en otra mujer que también puede tener cabida y existencia en nosotras mismas, una mujer igual de válida que la que quería ser madre.
Emilia de la Llave Gil.
Psicóloga y Psicoterapeuta Gestalt.