El aborto espontáneo siguen siendo un tema tabú, a pesar de que le ocurre a una de cada cinco mujeres embarazadas, o a una de cada cuatro, a partir de los 35 años.
Normalmente, la causa de los abortos tiene un origen genético, no necesariamente porque el padre o la madre sean portadores de alguna enfermedad, sino porque en la unión del óvulo con el espermatozoide pueden ocurrir errores. Pero también hay muchos otros motivos por los que se puede detener la gestación inesperadamente.
Sufrir un aborto espontáneo es una experiencia muy dura tanto física como emocional, por lo que es fundamental la sensibilidad de los que rodean a la mujer durante el proceso.
Sin embargo, esta sensibilidad se pierde en el momento más crítico: cuando la mujer tiene que acudir al hospital tras sentir los síntomas de un aborto espontáneo y llega a urgencias ginecológicas u obstétricas.
Allí, se encontrará rodeada de mujeres embarazadas y felices que se han puesto de parto, de familiares contentos y nerviosos hablando de cómo será su sobrino, nieto, primo, o del padre que espera para conocer a su nuevo hijo.
Esta situación es quizá la menos deseable y la que más se aleja de ser sensible con la persona que está sufriendo un aborto espontáneo.
¿No se puede asumir un espacio propio para este tipo de urgencias?
¿Por qué los partos y los abortos comparten espacio?
Un lugar donde otras personas, en su justa felicidad, no pongan de manifiesto la buena suerte que han tenido y la mala que has tenido tú.
Igual que muchas mujeres embarazadas reivindican parir en una maternidad y no en un hospital, las personas que hemos vivido el aborto espontáneo alguna que otra vez en nuestra vida, también reivindicamos nuestro lugar, que seguramente sea la planta de ginecología sin paritorio, por favor.
Y a ti, ¿te ha ocurrido algo similar? ¿quieres contarnos alguna situación que hayas vivido y que debería corregirse?