Mi alias es Pitxunet. Vivo en Francia. Tengo 36 años y mi historia empieza cuando tenía 32.
Cuando dejé la píldora estaba convencida de que me iba a quedar embarazada enseguida. De hecho, mi marido lo cuenta divertido a los amigos cuando hablamos del tema. Desde el primer mes le decía “uy, estoy segura, me siento diferente, seguro que me he quedado”. Pero antes o después acababa bajando la regla.
Así pasaron unos meses y llegaron ciclos muy largos, de entre 36 y 42 días. Fui a ver un ginecólogo, que además de burlarse ligeramente de mí diciéndome que tenía que estar más “zen”, me recetó Omifin durante tres meses. Me dijo que si después de los tres meses aún no estaba embarazada que volviese con mi marido y realizaríamos todas las pruebas de fertilidad.
Pasaron los tres meses y volvimos a la consulta. Entre todas las pruebas y Navidad de por medio pasaron dos meses más. Mis hormonas y las de mi marido estaban bien. Me hicieron la histerosalpingografia y una de mis trompas no salió en las radiografías. Me acuerdo que lloré explicándole a mi marido que eso reducía las posibilidades de quedarme embarazada a la mitad (ay, si hubiera sido tan simple…). Después vino el espermograma de mi marido. El resultado fue malo. Tenía muy pocos (200 000 espermatozoides por ml en lugar de 20 millones, la cantidad “normal”), eran lentos y además sólo un 1% tenían una forma normal. Al final del informe del laboratorio recomendaban pasar directamente a FIV ICSI. Cuando recibimos los resultados mi marido se quedó un poco parado pero a mí me alivió pensar que habíamos encontrado el problema. Nos haríamos una FIV – ICSI y en un visto y no visto estaríamos embarazados. Con un poco suerte incluso de gemelos!
Con los resultados en la mano, volvimos a la consulta de mi ginecólogo. Ya no me decía que tenía que estar más zen. Le preguntó a mi marido si había estado en contacto con sustancias tóxicas porque los resultados le parecían extremadamente malos. Luego llegó a la histerosalpingografia y me dijo que no veía claro que fuese sólo un problema de una trompa obstruida. Insistió en hacerme una histeroscopia para ver mi útero por dentro.
Accedimos y 15 días más tarde me hizo la histeroscopia y nos dio el diagnóstico: tengo un útero unicorne. Es una anomalía mulleriana congénita. Es decir, que nací con ella. No es hereditaria. Cuando me encontraba en el útero de mi madre, la mitad de mi útero no se desarrolló. Mi ginecólogo intentó tranquilizarnos. Nos dijo que esto no haría más difícil el que me quedara embarazada, simplemente al tener menos sitio en el útero a lo mejor tendría que hacer reposo absoluto y tendría un niño prematuro. Aquella noche, sola en el hospital, intenté encontrar información sobre mi anomalía. Encontré muy poca y muy agorera: 50% de abortos, muchas pérdidas en el segundo trimestre, correlación con cuello de útero incompetente. Me pareció todo tan injusto. No sólo nos iba a costar conseguir el embarazo, además sería de alto riesgo.
Un par de semanas más tarde fuimos al especialista que nos recomendó mi ginecólogo, puesto que él no practica FIVs. Nos encontramos con alguien muy frío y que nos dijo que para empezar un tratamiento con él tendría primero que someterme a una operación para quitarme el cuerno rudimentario. El cuerno rudimentario es la parte de mi útero que no se desarrolló. Es decir, en lugar de una mitad de útero normal, mi lado derecho era sólo un pequeño bulto, que en principio no tenía cavidad y no comunicaba con la otra mitad. Sin embargo el especialista consideraba que era imposible saber a ciencia cierta si un embrión podía o no implantarse en el cuerno. Si así fuera habría un riesgo muy alto de ruptura del útero y podría desangrarme. Así que volvimos a mi ginecólogo y me operó.
Unos meses más tarde tuvo lugar mi primera FIV. No fue como esperábamos. No producí tantos óvulos como se esperaba, la tasa de fecundación fue muy baja y el embrión que me transfirieron no echó para adelante.
Hemos pasado en total por cuatro ciclos enteros de FIV-ICSI y una IA debido a un ciclo de FIV en el que uno de mis ovarios no respondió y convertimos a IA para no deaprovechar el ciclo. En uno de los ciclos quisimos llevar todos los embriones a blastocisto y ninguno llegó, así que nos quedamos sin transferencia. En total, me han hecho 6 transferencias de embriones. En todas ellas, aunque parezca más difícil cada vez, creía que iba a funcionar. Tenía que funcionar. Pero en las primeras cinco no pasó nada. Las transferencias cuatro y cinco fueron de embriones de tres días en apariencia perfectos, conseguidos durante mi cuarta FIV-ICSI. Por alguna razón, la tasa de fecundación en este último ciclo fue mucho más alta, lo que en general supone una mejor calidad embrionaria. Conseguimos ocho embriones “perfectos” a día tres. Sin embargo, me habían puesto ya cuatro y no había funcionado.
A mí me parecía que a lo mejor se nos estaba pasando algo por alto y estábamos malgastando embriones “bonitos”. ¿Y si el problema era mi útero? Decidimos hacer un alto hasta la siguiente transferencia. Mi ginecólogo propuso medir mientras tanto mis niveles de vitamina D, mi TSH (tiroides) y en cualquier caso ponerme corticoides en la próxima transferencia, por si había un problema de auto-inmunidad y mi cuerpo estaba de alguna manera rechazando los embriones. No es que creyese que tuviese un problema de auto-inmunidad, era más bien por si acaso. La vitamina D salió normal y mi TSH estaba a algo más de 3. Algo que mi ginecólogo dijo que era completamente normal.
Sin embargo, comenté con otras chicas de foros de infertilidad mis resultados y me dijeron que en muchas clínicas españolas se busca que la TSH sea inferior a 2,5 o incluso 2 antes de realizar ningún tratamiento. Como sabía que mi ginecólogo no daría su brazo a torcer me puse primero en contacto con una clínica española de prestigio que me confirmó que ellos no procederían a una transferencia con mis valores actuales de TSH. Después contacté una endocrino de Barcelona que realizaba consultas por Internet. Me confirmó que para ella mis valores de TSH eran demasiado altos y había que realizar análisis adicionales. Descubrimos así que mis anticuerpos de la tiroides eran altísimos. Tenía Hashimotos. Es una enfermedad autoinmune que ataca la tiroides y provoca hipotiroidismo. Me puso en tratamiento de levothyrox para bajar mi TSH. Me explicó que normalmente las enfermedades auto-inmunes no van solas y era muy probable que tuviese otros problemas de auto-inmunidad que estuvieran impidiendo la implantación de los embriones. Por lo que leí en un estudio en Internet, las pacientes con Hashimotos tienen menos éxito en las FIV. En experimentos empíricos se había logrado una aumentación de las tasas de éxito a niveles normales suministrando levothyrox y corticoides antes y después de la transferencia de embriones.
Así que después de toda esta aventura para ver lo que pasaba con mi TSH y mi útero, resulta que en la sexta transferencia iba “armada” con levothyrox (gracias a mi endocrino) y con corticoides (gracias a las ganas de ir probando de mi ginecólogo). Si había un problema inmunológico la transferencia debería funcionar….y funcionó.
Por fin estoy embarazada. Estoy de 23 semanas en estos momentos. Ha sido un camino largo, con muchos baches y en algunos momentos me he sentido muy sola como por ejemplo cuando buscaba información sobre mi anomalía y no encontraba más que historias tristes y estadísticas agoreras. Por eso, ahora que estoy embarazada y me siento con fuerzas para ello, he decidido empezar mi blog. Hablo de mi historia y de cómo es mi embarazo de alto riesgo. Os invito a visitarme y dejarme vuestros comentarios: www.uterounicornio.com
Pero sobre todo, no perdáis la esperanza. Es lo más duro de este camino que nos ha tocado recorrer. Durante las subidas y las bajadas en la montaña rusa es difícil que no salga despedida. Un abrazo a todas.